Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc

 




Nadie se apeará en Turuñana, camino de Canfranc (2.ª edición)GALTIER-MARTÍ, RicardoZaragoza, 2020Encuadernado en rústica. 352 páginas, 15x23 cm. - (Sueños de tinta, 83)978-84-8465-562-6PVP 19.50 €Comprar en Librería Central
Siempre se ha negado que «las estaciones de castigo» existieran. Pero lo cierto es que Javier, tras un error cometido en su anterior destino ferroviario, por cuyas consecuencias perdieron la vida siete personas, es enviado a la fuerza a Turuñana, andén de un apartado paraje difícilmente localizable, y que pertenece a la vía férrea de Zaragoza a Canfranc, en plena campiña de Aragón. Eran los últimos años de la dictadura cuando el nuevo jefe de estación, su esposa y sus dos niños llegan a Turuñana en una gélida madrugada de enero, con la creencia de que van a un pueblo de dos mil habitantes. Pero pronto se darán cuenta del engaño, de que Turuñana está en medio de la nada, en medio de ningún sitio; que no es la estación de nadie, y es solo un enlace de dos vías que se pierden por horizontes distintos y casi vacíos. La angustia de los recién llegados todavía será mayor cuando descubran que el resto de los ferroviarios allí condenados, junto con sus familias, llevan décadas aislados del mundo y ahogados en la locura.

El relato en Turuñana transcurre a la par que el tráfico internacional ferroviario por Canfranc queda interrumpido definitivamente, tras haberse hundido un puente en el lado francés del trazado. El cierre provocará en todos los habitantes de este extraño paraje, situado a más de cien kilómetros de la frontera, una incertidumbre antes impensable. Allá donde nada necesitaban, tendrán que renunciar a todo, pues Turuñana dejará de ser útil sin el trasiego de viajeros y mercancías hacia el centro de Europa. Se verán obligados a abandonar sus destinos y sus casas, y a despedirse de sus sencillas vidas en esa estación, prácticamente sumidas en el siglo XIX, para darse de bruces con las modernidades de 1970.

Javier, el nuevo jefe, y Virginia, su mujer, así como sus hijos, vivirán con intensidad esos años en Turuñana, expectantes ante las continuas extravagancias y delirios de sus vecinos. Estas escenas son narradas por el autor con una habilidad berlanganiana, y rinden, con más de un guiño, un particular homenaje a los también cineastas Emir Kusturica y Jirí Menzel, en un cóctel explosivo de humor (de humor inteligente, a raudales y sin destilar), esperpento, ironía, surrealismo, burla y ternura. La nueva familia ferroviaria también se sentirá conmovida por la enorme belleza de los paisajes de ese somontano de Huesca, que se visten y desvisten profusamente con el paso de los solsticios y equinoccios.

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