Montes Universales, gentes universales. Un viaje a pie por Teruel resiste


Montes Universales, gentes universales. Un viaje a pie por Teruel resisteARRUGA OLEAGA, JavierZaragoza, 2018Encuadernado en rústica. 284 páginas, 15x23 cm. - (Sueños de tinta, 80)978-84-8465-546-6PVP 19.00 €Comprar en Librería Central
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Montes Universales, gentes universales. Un viaje a pie por Teruel resiste es la tercera y última parte de la Trilogía Aragonesa: En el país de los cucutes. Un viaje a pie por los Monegros, publicada en esta misma colección en 2010, y Primavera en la Guarguera. Un viaje a pie por el Pirineo aniquilado, en 2012.
Los tres títulos, más allá de las tres provincias que justifican su unión, tienen un indiscutible aire de familia y están interconectados por personajes y alusiones que saltan de uno a otro, lo que no impide que se puedan leer perfectamente por separado.
En lo que respecta a Montes Universales, gentes universales, el autor, que inicia su viaje en el Matarranya para, tras recorrer en coche parte de la provincia, terminar caminando desde Libros a Ojos Negros, ha querido mostrar un Teruel mucho más vivo que aquel al que nos han acostumbrado los medios de comunicación.
Paralelamente, en este tercer volumen, el escritor da una vuelta de tuerca a la literatura de viajes para adentrarse en el terreno de la autoficción sin renunciar al humor y a su permanente pasión por la literatura y la antropología, considerada esta como la interacción entre unos paisajes y unos paisanajes a los que, una vez más, se les concede voz propia.
Estilísticamente, abandonando todo confort literario, Javier Arruga ha pretendido torcer el cuello del cisne de sus anteriores propuestas; y lo ha hecho por medio de la utilización de la segunda persona como voz narradora a lo largo todo el texto.
Por último, y en palabras de este caminante que recorre senderos y rutas en busca de las huellas de otros, su personal trilogía aragonesa representa «mi contribución, mi manera de dotar de contenido a este país mío que es Aragón, un país en el que en cada balsa, en cada borda, en cada muela, percibía cómo el viento que arrastra los matojos me cantaba al oído la mejor descripción que se ha escrito de esta tierra que amo: Polvo, niebla, viento y sol».


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