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La historia de esta novela se sitúa en el valle de Tena (Huesca) y narra las andanzas de un extraterrestre parecido a nosotros, aunque con alguna diferencia anatómica (de cintura para abajo) y, sobre todo, de sentimientos. Allí vivirá aventuras policiacas y amorosas reencontrándose con un viejo amigo, Juan el Largo, en cuya cabeza residió durante su niñez y adolescencia (y hasta aquí podemos leer).
«Soy del planeta Orgirio… Mi nombre en clave, como agente espacial de la Federación de Planetas Estado del Sistema de Próxima Centauri, integrado en la Unión de Federaciones de nuestra galaxia, la Vía Láctea, es PK-2, y ahora que estoy jubilado me hago llamar simplemente Luis (…). A nosotros la evolución, la Academia y las enseñanzas de nuestro Gran Predecesor nos permiten vivir sin sentimientos innecesarios, tales como el amor, la amistad, el odio, la envidia, etc., por lo que nuestras decisiones son siempre frías y seguras.»
Fernando Negrete no concibe la vida (y por ende, la literatura) sin humor. Por ello se atreve con algunos pasajes más bien poco ortodoxos en temas, como el de la religión, que el protagonista, nuestro Gurb aragonés, desconoce, porque no existe en su planeta (ni en singular ni en plural). Veremos desfilar por sus páginas brujas, diablos, almas en el purgatorio..., y, como canalizador de esa particular nave de los locos, un erotismo siempre presente, que invita al lector a ser otro personaje más en las idas y venidas del círculo de amigos de Luis Pescados, alias PK-2, los Efes, los Ces, los Erres... Y, así, con esa manera propia de mirar y de narrar, el autor afronta el argumento y las tramas de esta novela, en la que todo cabe: asesinatos, relatos fantásticos, viajes espaciales, escenas absurdas, encuentros amorosos con final en verso..., y, como telón de fondo, siempre el disparate y la parodia, para recordarnos, haciendo nuestras las palabras de la escritora portorriqueña Mayra Santos-Febres, que, «en realidad, no entendemos un pepino de lo que es la vida; ni hoy, ni mañana ni nunca la entenderemos...».
Mientras en España los políticos, que dicen servir al pueblo, se sirven de él para enriquecerse, la aparición de este personaje amoral, que no inmoral, ateo, «gracias a Dios», que diría Buñuel, es como el cierzo que barre el bochorno, abre los ojos del alma y refresca la mente.
Fernando Negrete Gaspar. Nací en 1942 en la calle Goicoechea (Zaragoza), hoy desaparecida, a cincuenta metros escasos de la torre vieja del Pilar, y recrieme en el otro Arrabal, donde las peleas a golpes eran harto frecuentes.
Aprendí a leer antes de los tres años, lo que me permitió empaparme, antes de lo conveniente, de los libros de la biblioteca de mi abuelo, uno de los repatriados de las Filipinas. Estudié en los Maristas, donde terminé el bachillerato, a los quince años, y el PREU, a los dieciséis. Mis mejores notas las tuve en Latín, Filosofía y Matemáticas. A pesar de eso, mis padres quisieron que fuera aparejador, carrera con la que me ganaría mejor la vida y que estudié en Madrid.
Colaboré con constructores, promotores y arquitectos, compaginando mi vida profesional con mi trabajo como funcionario por oposición. Casado con una hermosa y gran mujer y padre de cuatro hijos, mi gran divertimento y pasión ha sido siempre la escritura, de la que nunca me jubilaré. Después de más de cincuenta años escribiendo, he escuchado las voces de mis amigos y he decidido dar el salto, espero que con red, para aterrizar desde Orgirio, haciendo realidad mis sueños de tinta...